Tu mi capisci.
Bienhallada, querida Yi.
Hola siempre, Chor.
El inquilino que no se sabe muerto. Quién no tiene uno en su jardín.
En esta ocasión me ha parecido estupendo saltarme mi propio pacto y no solo soplar las velas, sino hacerlo con fuerza, con alegría y con mucha, mucha ilusión. La nueva década pinta sensacional.
Cuando Jano murió dejé de soplar velas. Sucedió así, sin dramas; sin más. Me pareció hiperlógico y hasta cierto punto inevitable: si él no soplaba más velas yo tampoco, y a la mierda el paso del tiempo. Ese era nuestro guiño secreto, y no tener pastel siempre me hacía sonreír.
Comimos de lujo (DE LUJO) y, ya en el postre, apareció una camarera con un pastel de queso y un 50 encima, cantando el "cumpleaños feliz". Miré a mis hijas y las dos negaron con la cabeza, sin dar crédito. La idea no había sido suya, así que solo quedaba una opción: Lidia.
Al llegar pregunté por la persona que gestionaba las redes y me dijeron que se llamaba Lidia, pero que ese día no estaba. Lástima. Me habría encantado saludarla.
Así que ahí nos fuimos, finalmente, felices y emocionadas, con muchas ganas de queso y de sobremesa y con una estupendísima sensación de satisfacción.